Incomodidad Constructiva

La Incomodidad Constructiva como herramienta

por Christian R. Palacios

La Incomodidad Constructiva, un medio para un fin:

Cuando hablo con mis pacientes sobre cuestiones del estado de ánimo, la procastinación, el logro de metas, siempre les digo que deben incomodarse. Y les cuento acerca de dos tipos de incomodidad. La incomodidad constructiva y la incomodidad inútil. La incomodidad inútil es un malestar, el malestar de no haber logrado lo que se quería, el malestar de la culpa y la recriminación por no haber hecho lo que debía hacerse, el malestar de la baja autoestima cuando no nos sentimos potentes ni hacedores, el malestar de la tristeza y la falta de motivación, el malestar, la ansiedad, el arrepentimiento que traen aparejadas las consecuencias de no hacer las cosas a tiempo. Sí, muchos malestares.

Y aquí entra en juego un antídoto de estos malestares, otro malestar, pero constructivo. Ese malestar emocional de hacer algo sin ganas, sin estar motivado. Porque es ese malestar en el que tengo que invertir, porque el otro es un malestar que no es negocio, en cambio este malestar, esta incomodidad que siento cuando hago lo que se tenía que hacer, este sí me lleva a conseguir las cosas que quiero, a ser como quiero ser, avanzar en mis metas, sentirme mejor.

Tolerancia a la frustración, una bonita frase que a veces queda reducida a si fracasaste en algo que emprendiste. Pero tiene un significado mayor, que es tolerar las emociones no placenteras. Y porque no: tolerar la incomodidad. Porque esas emociones negativas nos frustran, porque no las queremos, porque queremos sentirnos bien. Pero eso siempre es imposible. Tolerar las emociones que no nos gustan nos ayuda a avanzar.

En el caso de los que están desmotivados, no esperen a estarlo para hacer algo. Hay que ir al revés, tengo que hacer para sentirme bien. Tengo que incomodarme. La tristeza impulsa al aislamiento y la pasividad. Vayan en contra y regulan la tristeza.

Utilicen el malestar constructivo como un medio para un fin, hagan de él una herramienta. Hagan cosas sin ganas, pospongan las gratificaciones y serán autodisciplinados. Y acá entran a jugar los valores. ¿Cómo quiero ser? ¿Qué cosas me importan? ¿Qué metas tengo? ¿Desde qué lugar estoy tomando mis decisiones? Los que buscan la incomodidad son los genios, porque saben que ahí está el progreso y el avance.

Los que procastinan, algunos evitan un malestar emocional útil y lo cambian por uno crónico sin sentido. Experimentan un alivio efímero que es la antesala de preocupaciones torturantes. Porque más adelante aparecen las consecuencias negativas de posponer y se sienten mal.

Los que se sientan en un estado de ánimo deprimido tienen que incomodarse, de a poco. Les interesa sentirse bien, es importante para ellos sentirse mejor. Entonces van a cambiar el si tengo ganas o el si estoy motivado, por el ¿estoy dispuesto a pagar el precio para lograr esto, esto y esto? ¿Alguna vez hicieron algo sin ganas, o con dolor de cabeza porque era importante para ustedes? Seguro que sí.

Por último hablemos de hábitos. Los hábitos requieren una constancia a largo plazo. Y no se sostienen por motivación. Los hábitos tardan en generar sus resultados positivos. Para mantener hábitos tenemos que incomodarnos. A veces más, a veces menos. Los resultados luego refuerzan la repetición y el mantenimiento de los hábitos. Las cosas funcionan con procesos, procesos donde al principio no se ven resultados. Son pequeños pasos imperfectos que vamos dando. La decisión de hacer o no hacer, no deberá estar atada a sentimientos efímeros o resultados a corto plazo, sino a valores y metas.